Análisis de Mercado
- Las tasas de inflación actual en Estados Unidos son las más altas desde comienzos de la década de 1980
- Aun si la inflación persiste, los mercados podrían considerar positiva incluso una desaceleración de la inflación más lenta
- Los mercados tenderán a reaccionar ante cambios cada vez más positivos en las tendencias económicas para anticiparse a un retorno de la expansión macroeconómica.
- Es probable que los datos económicos sigan siendo volátiles tanto en grado como dirección, por lo que generarán opiniones contrapuestas.
- Los inversores deberán sopesar estos datos y ajustar sus pronósticos.
Primero, la inflación
Si ponemos la tasa de inflación actual en contexto, vemos que el consumidor estadounidense no ha visto una tasa de cambio general en los precios tan alta desde comienzos de la década de 1980. El aumento se produce después de más de una década de inflación razonablemente baja, en que las tasas rondaron la meta de 2%, un nivel establecido para que la economía no se vea muy afectada y la gente no tenga necesidad de preocuparse por la inflación. Pero una serie de fuerzas ejercieron una presión alcista sobre los precios después de las restricciones globales impuestas como consecuencia del COVID. Primero, ese cierre casi paralizó muchas cadenas de suministro globales. Desde las materias primas hasta los productos terminados, las entregas de productos se estancaron y, a menudo, se detuvieron, lo que dejó el suministro final bajo en relación con la demanda. Dado que cuando los niveles de demanda crecen relativamente respecto de la oferta es normal que aumenten los precios, la inflación comenzó a acrecentarse.

Sin embargo, mucho antes de que los desafíos para las cadenas de suministro comenzaran a disminuir, los gobiernos de todo el mundo proporcionaron grandes estímulos fiscales para reactivar sus economías. Estos fondos tendieron a fortalecer aún más la demanda—en muchos segmentos más allá de lo que hubiera sido deseable sin el exceso de fondos—ensanchando aún más las brechas entre oferta y la demanda. Luego vino la guerra en Ucrania, que causó más estragos en las cadenas de suministro justo cuando comenzaban a ganar impulso después de la crisis de COVID. Los cereales y otros productos alimenticios procedentes de Ucrania fueron especialmente afectados (nuevamente, menores suministros para un nivel de demanda determinado). Los suministros de energía, para Europa de manera más severa, se vieron obstaculizados por una combinación de restricciones a la importación de petróleo y gas rusos relacionadas con las sanciones, y las respuestas restrictivas de Rusia a esas acciones. Varios otros bienes, en su mayoría materias primas, como metales puros y procesados, y algunos productos terminados (como, por ejemplo, una gama de productos automotrices) vieron cómo los envíos se ralentizaban o cesaban a medida que los ucranianos centraban su atención en la guerra.
Cambian los niveles
Sin embargo, lo que es importante recordar acerca de la inflación, es que es una medida del cambio en los precios, no una medida del nivel de precios. Es decir, los precios pueden permanecer altos en el contexto histórico incluso cuando la inflación cae. La Asociación Estadounidense de Automóviles (AAA) muestra que el precio promedio de un galón de gasolina regular sin plomo en los EE.UU. fue de 3,8 dólares el 31 de agosto. Podría permanecer en este nivel relativamente alto (el promedio de los valores diarios desde agosto de 1992 es de 2,82 dólares), tal vez con una tendencia a la baja más lenta. Sin embargo, los mercados podrían continuar considerando positiva incluso una desaceleración de la inflación más lenta, a pesar de la preocupación constante de los consumidores por el costo de la vida aún alto.
Es una buena noticia, entonces, que los precios de la gasolina hayan caído significativamente desde que alcanzaron un máximo de 5,02 dólares el 13 de junio de este año. Lo mismo ocurre con los precios mundiales de los alimentos: los costos a granel del maíz, el arroz, el aceite de palma y el trigo están en niveles previos a la guerra o por debajo de ellos. Ambos grupos de precios (energía y alimentos) tienden a ser volátiles, razón por la cual la gente tiende a enfocarse en la inflación excluyéndolos, lo que se conoce como inflación subyacente (la Figura 1 muestra la inflación con y sin estos dos grupos). Pero la inflación subyacente también ha disminuido (las últimas cifras muestran una disminución en ambas series). Esto nos lleva a una pregunta más crítica respecto de cómo los mercados parecen responder a este tipo de datos. Si bien los niveles son importantes (la tasa de inflación sigue siendo históricamente alta), las caídas que vemos al final de ambas líneas en los gráficos son lo que más importa por ahora a los inversores. Es decir, el hecho de que la tasa de inflación se esté desacelerando significa que podríamos estar volviendo a una más favorable estabilidad de precios.

Mirando hacia adelante
Los mercados tenderán a reaccionar ante cambios cada vez más positivos en las tendencias económicas para anticiparse a un retorno de la expansión macroeconómica (y viceversa, por supuesto). No ha sido sorprendente, entonces, haber visto que el mercado de valores respondió positivamente a las señales iniciales de que la inflación podría estar desacelerándose, mientras que la economía en general aún no parece sentir el escozor de los mayores tipos de interés. Ese es el rebote que vemos desde los mínimos de junio. Aun así, debemos tener en cuenta que las preocupaciones siguen latentes y los datos podrían empeorar. Por ejemplo, las tasas más altas de los créditos hipotecarios parecen haber golpeado duramente las ventas de viviendas. En este caso ambos niveles son bajos y la tasa de cambio ha sido cada vez más negativa. La disminución de la demanda de viviendas se encuentra entre los cambios incrementales de tipo preocupante, de los cuales hay ya unos pocos. De ahí el estancamiento que observamos en el rebote del mercado. Esos dos fenómenos —disminución de los precios de la energía y los alimentos en medio de la caída de las ventas de viviendas— reflejan el equilibrio que debe lograrse para que podamos marchar por un camino ordenado para salir del inquietante estado actual. Lo más importante para los inversionistas parece ser si la Reserva Federal, que establece la referencia para las tasas de interés en toda la economía como parte de su mandato para mantener los precios estables y el pleno empleo, y por lo tanto influye directamente en la demanda de crédito (que puede usarse para financiar compras adicionales, inversión y crecimiento), será capaz de apoyar el enfriamiento de la inflación sin afectar demasiado el empleo o el crecimiento. Dado que puede sostenerse que la Reserva Federal tiene poco impacto en las cadenas de suministro globales fuera de, por ejemplo, el impacto potencialmente negativo en la inversión adicional de tasas de interés más altas, mucha atención se centra ahora en lo que históricamente se considera uno de los más impulsores permanentes de la inflación: los salarios. Mientras los precios se mantengan altos, con bajas expectativas de que la inflación disminuya, los trabajadores pueden comenzar a exigir una mayor remuneración por la misma cantidad de trabajo (la demanda de mano de obra se mantiene igual o, como suele ser el caso, crece, mientras que la oferta de mano de obra disminuye dado el nivel de precios). La inflación salarial tiende a ser más rígida, ya que es poco probable que los trabajadores se conformen con menos una vez que han logrado aumentos en los salarios. Y esos dólares adicionales en realidad podrían acrecentar la inflación (más demanda para un nivel dado de oferta), de tal manera que los precios podrían continuar aumentando, provocando aumentos salariales adicionales, y así sucesivamente en un ciclo ruinoso.
Afortunadamente, todavía no hemos llegado a ese punto: el crecimiento de los salarios sigue siendo alto, pero la tasa de aumento también se ha ralentizado en los últimos meses. Pero todavía no puede descartarse una espiral desastrosa de salarios y precios. Afortunadamente, una serie de métricas reflejan expectativas de desaceleración de la inflación. Sin embargo, las expectativas no son equivalentes a la realidad, por lo que aún no podemos asegurar que habrá un impacto leve en el crecimiento y el empleo como consecuencia de los tipos de interés más altos que potencialmente se establecerán si la inflación persiste más de lo esperado actualmente. Por lo tanto, los inversores tienen razón para prestar atención a cada nuevo dato que refleje cambios en la oferta, la demanda, los precios a los que se equilibran ambos y el cambio neto resultante en el empleo y el crecimiento agregados.
Es probable que esos datos sigan siendo volátiles tanto en grado como dirección, por lo que generarán opiniones contrapuestas. Los inversores sopesan cada dato de manera diferente y alteran sus pronósticos. Los mercados de acciones y bonos reflejarán esos cambios de actitud y posicionamiento, que probablemente constituyen una fuente de volatilidad continua. Aun así, tal como sucedió en el punto más crítico de la incertidumbre causada por la crisis de COVID, seguimos creyendo que el enfoque óptimo para la mayoría de los inversores es adherirse a un plan de inversión existente, establecido antes de las caídas recientes, siempre que la situación y las limitaciones financieras no exijan un cambio. Y nuevamente insistimos en que, a menudo, en momentos como estos, una conversación con un asesor financiero puede contribuir a la decisión de mantener el rumbo, la postura históricamente más favorable para el inversor, en momentos en que abunda la tentación de hacer cambios bruscos.
Análisis de Mercado
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