El nuevo gobierno de Brasil ha dado un giro notorio en política exterior respecto de Argentina, su vecino e importante socio comercial. En enero, ambos gobiernos dieron a conocer planes para diseñar una moneda común, lo que causó sorpresa (y algunas burlas). Es más, el plan contemplaría invitar a otras economías latinoamericanas a sumarse a esta moneda. Por otro lado, el Mercado Común del Sur (Mercosur) ha enfrentado tensiones en los últimos meses que han llegado a poner en duda el futuro del bloque. ¿Qué está ocurriendo? ¿Un proceso de mayor integración o uno de fragmentación?
La última Cumbre del Mercosur, donde se reunieron los presidentes de los países integrantes del bloque, generó tensiones. La intención de Uruguay de abrirse a acuerdos con otros países por fuera del bloque llevó a Argentina a acusarlos de romper las reglas. El Mercosur es un bloque comercial y aduanero con más de 30 años de historia: establecido en 1991, está integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Bolivia actualmente está en proceso de incorporación. Es clave entender que el Mercosur busca desarrollar políticas y regulaciones, a nivel del bloque, en áreas como agricultura, industria, comercio y energía. Pero, al mismo tiempo, en la práctica el Mercosur actúa como un muro proteccionista para las industrias locales. Un chileno en Brasil probablemente se sorprendería de los precios de productos como zapatillas y automóviles.
Como es lógico, ser miembro del Mercosur tiene beneficios, como son el acceso a un mercado de más de 260 millones de personas con un PIB de más de USD 2 billones, mayor comercio y cooperación económica con otros países miembros y acceso a políticas y regulaciones comunes que ayudan a reducir barreras comerciales entre los socios. No obstante, también existen notorias desventajas de incorporarse al Mercosur, lo que explica que Chile, correctamente a mi juicio, haya decidido hasta ahora no integrarse. No sólo hay que cumplir con las políticas y regulaciones comunes del bloque, sino que se establece un grado significativo de inflexibilidad en la política comercial, ya que los miembros están imposibilitados de realizar acuerdos comerciales sin la aprobación del resto. En el caso particular de Chile, la flexibilidad y autonomía que ha tenido el país para firmar acuerdos de libre comercio no existiría y, con toda seguridad, en Chile se pagarían precios mucho mayores por una gran cantidad de productos importados a los que los chilenos se acostumbraron a tener acceso más barato.
Mayor libertad es precisamente lo que busca Uruguay. Hace más de un año su gobierno anunció la voluntad de buscar acuerdos comerciales por fuera del bloque. El principal opositor ha sido Argentina, cuyo gobierno no muestra interés en reducir aranceles al nivel que buscan los uruguayos. Brasil y Paraguay, por su parte, han mostrado un mayor apoyo a las intenciones uruguayas. Más específicamente, Uruguay quiere unirse al Acuerdo Transpacífico o TPP11, el mismo del que Chile forma parte. Uruguay, al ser un país pequeño, podría beneficiarse mucho de un modelo similar al de Singapur, pero ello no es posible como miembro del Mercosur. Hoy es un país relativamente cerrado si lo comparamos con Chile. Al mismo tiempo, casi un tercio de su comercio es con los países del Mercosur, por lo que romper con el bloque es una alternativa muy costosa. Es por esto que estimo poco probable que el acuerdo se quiebre: habrá negociaciones y se llegará a algún acuerdo que flexibilice las normas.
Por otro lado, tenemos el anuncio de mayor integración a través de la creación de una moneda común entre Brasil y Argentina. Ambos países representan cerca del 90% de la economía del Mercosur. Sin embargo, hay un detalle importante en el anuncio: la divisa no reemplazaría al peso argentino y al real brasileño, sino que operaría en paralelo a ellos. De hecho, la reacción al anuncio fue de sorpresa, a pesar de que en 2019 ya se había hablado de esta opción. El mal manejo de la política monetaria y fiscal en Argentina ha conducido al país a tener un bajo nivel de reservas en dólares, por lo que la creación de una moneda común en la región que sirva como medio de intercambio entre países podría beneficiarlos enormemente: omitiendo detalles técnicos, les permitiría financiar sus importaciones a menor costo. De hecho, lo que Argentina importa desde Brasil ha caído: USD 30 mil millones en 2022 contra 40 mil millones en la última década como promedio anual. La falta de reservas explica de manera importante este fenómeno.
¿Cómo podría generarse una unión monetaria verdadera entre un país cuya inflación mensual (Argentina) es de casi la misma magnitud que la inflación anual del otro (Brasil)? ¿Cómo podría funcionar si las tasas de referencia de ambos países tienen aproximadamente 60 puntos porcentuales de diferencia? Esto ya muestra que una moneda común, y no solamente una unidad de cuenta (que es algo muy distinto), no tiene asidero en la realidad. Y esto sin entrar en otras consideraciones más técnicas.
En resumen, no veremos ni grandes fracturas ni mucha mayor integración económica por ahora en la región. Países como Chile no tienen mucho que ganar en una alianza como el Mercosur. Uruguay probablemente no quiera romper con sus aliados. Y nadie querrá seriamente, al menos por ahora, pensar en una moneda común, una de verdad, con Argentina.