Enero fue un mes que dejó a muchos inversionistas sorprendidos por los rendimientos negativos de acciones de empresas emblemáticas, especialmente en el área de tecnología. Por ejemplo, Netflix cerró enero en aproximadamente 427 dólares, lo que se traduce en una caída de 39% respecto del máximo alcanzado en los últimos 12 meses y de 28% en el mes. Otras compañías también han caído significativamente desde sus máximos históricos, como Zoom (73%) y Peloton (84%).
En términos más generales, el índice Nasdaq, compuesto mayoritariamente por empresas tecnológicas, cerró un 9% abajo en el mes.
Sin embargo, estos hechos no deberían por sí solos causar alarma en aquellos inversionistas con una mirada de largo plazo. Si analizamos el período 2000-2019, veremos que en 11 de esos 20 años el índice S&P 500 ha caído en algún minuto del año más de un 10%, aunque en sólo 5 años de ese período el retorno anual fue finalmente negativo. Es decir, ver rentabilidades negativas en lapsos muy cortos de tiempo es algo común. En términos sencillos, esto es lo que llamamos volatilidad. El aspecto más mencionado para explicar lo que ha ocurrido en enero es el brusco cambio en las perspectivas de los bancos centrales que ha provocado la inflación que hemos visto en 2021. En Estados Unidos hasta hace muy poco la Reserva Federal hablaba de una inflación “transitoria”, pero ya ha dicho explícitamente que no utilizará ese adjetivo para referirse al aumento del nivel de precios. Si bien se sigue atribuyendo una parte del fenómeno a los denominados “cuellos de botella”, ahora se reconoce que el nivel de gasto es también parte del problema.
Existe, eso sí, una diferencia interesante entre los pronósticos de la Reserva Federal de Estados Unidos y los del Banco Central Europeo. Las autoridades en Estados Unidos han sido claras para comunicar al mercado su intención de subir las tasas de interés el próximo año, al menos tres veces, aunque algunos bancos de inversión estiman hasta siete incrementos. Mientras tanto, sus pares en Europa esperan no tener que hacerlo, pero si la inflación se agravara tendrán que cambiar de tono y ajustarse. Eso parece más probable después de conocidos los datos de inflación para enero en la eurozona: 5,1% en los últimos 12 meses, un récord para la unión monetaria. A las subidas de tasas habrá que sumar un menor gasto fiscal también.
Así es como estos cambios en el escenario monetario y en las percepciones de riesgo habrían llevado también a reajustes en las carteras de inversión. Específicamente, la renta fija de alta calidad y de corta duración se ha vuelto más atractiva, mientras que la de largo plazo se ha vuelto menos atractiva. Similarmente, las empresas tecnológicas que tienen flujos más especulativos y de largo plazo se han vuelto menos atractivas. Nosotros creemos que las rotaciones en Estados Unidos en el mes de enero desde empresas “de crecimiento” hacia empresas “de valor” reflejan de manera adecuada las percepciones de riesgo de los inversionistas respecto de los flujos futuros de las distintas compañías.
Como conclusión, las caídas que hemos visto en enero no deberían ser causa de gran preocupación para quienes han invertido con perspectiva de largo plazo. La volatilidad es parte de lo que un inversionista tiene que estar preparado para asumir. Como gestores de portafolios siempre recalcamos que la diversificación es parte de la disciplina con que se debe invertir a largo plazo. Tal como muchas acciones cayeron en el rubro tecnológico, hubo otras en ese mismo sector que mostraron buenos resultados, lo que fue aún más notorio en sectores más tradicionales y en mercados fuera de Estados Unidos. La diversificación ayuda a disminuir el ruido y mantener el foco puesto en los resultados a cinco, diez o más años, sin dejarse llevar por episodios de ganancias o pérdidas pasajeras en empresas específicas en un lapso corto de tiempo, que, por lo demás, son muy comunes.
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