En su más reciente Informe de Política de Monetaria (IPOM), publicado el 7 de diciembre, el Banco Central actualizó sus predicciones para el próximo año. De ellas, las que considero más importante destacar son dos: cae la proyección de crecimiento económico y aumenta la estimación de inflación. Es decir, el Banco Central estima ahora un escenario para 2023 más negativo que hace tres meses.
En el informe, el Banco Central ajustó nuevamente sus estimaciones de inflación para 2022 y 2023 al alza. En cuanto al PIB, aumentó el crecimiento estimado para este año, pero disminuyó el esperado para 2023. Respecto de la inflación, en mi opinión, pese a que el gasto fiscal se moderó y no ha habido nuevos retiros de ahorros previsionales, aún seguimos sintiendo las consecuencias de la alta liquidez provista durante la pandemia, tanto por el gobierno (IFE) como por las AFP. En cuanto a crecimiento económico, no hay que olvidar que 200 mil personas aún no retornan a la fuerza laboral y no hay certeza de si en algún momento lo harán, lo que hace más difícil el proceso de recuperación.
Un día antes a la publicación del informe, la institución había decidido mantener la Tasa de Política Monetaria (TPM) en 11,25%. En el comunicado emitido después de la reunión, se señala que la inflación sigue en niveles altos y las expectativas a dos años aún no convergen a la meta del 3%. Además, los bancos centrales de países desarrollados siguen adoptando una política monetaria contractiva, con tasas que aumentarán en Estados Unidos, la eurozona y el Reino Unido. Esto nos golpea directamente a través del tipo de cambio, poniendo presión para que el dólar suba. En todo caso, creo que la inflación caerá el próximo año en Estados Unidos y con eso se aliviará la presión sobre nuestro propio Banco Central, dándole más espacio para disminuir las tasas. En un escenario de contracción económica, esto es muy importante para salir a flote más rápido. Eso sí, el IPOM sostiene que la evolución futura de la política monetaria dependerá del proceso de convergencia a la inflación meta (3%), por lo que no cabe esperar menores tasas mientras el problema inflacionario subsista.
Los ajustes en las proyecciones del Banco continúan una tendencia observada en los cuatro IPOM de este año, respondiendo a una desaceleración económica menor de lo esperado y una inflación superior a lo previsto durante este año. Esto, según las estimaciones del Banco, significa que el crecimiento del PIB en 2022 será mayor al esperado, a costa de una mayor contracción en 2023.
Lo que efectivamente ocurra con el crecimiento y la inflación estará supeditado también a la trayectoria del gasto fiscal y a las grandes reformas económicas que ya se discuten. Entre estas últimas está la reforma tributaria, la de pensiones y la constitucional. Además, no hay que descartar que aumenten las presiones para lograr nuevos retiros de fondos previsionales.
Creo que es importante que la reforma de pensiones canalice el ahorro interno de los trabajadores hacia la inversión; que la reforma tributaria no castigue el ahorro de las empresas ni desincentive la creación de nuevos proyectos en el país; que el gasto fiscal no contribuya a incrementar la inflación; y, finalmente, que no existan nuevos retiros desde las cuentas de AFP, no sólo por sus efectos inflacionarios, sino que también por el debilitamiento que provocarían en el mercado de capitales local. Por otro lado, me parece que el acuerdo alcanzado esta semana respecto de un nuevo proceso constitucional es bueno, pues contribuye a disminuir la incertidumbre económica al delimitar mucho más claramente el ámbito de la discusión. Entre los aspectos que ya están acordados: la responsabilidad fiscal, la independencia del Banco Central y la separación e independencia de los poderes del Estado. Estoy seguro de que esto ayudará a reducir la prima por riesgo con que han estado transando los activos locales durante el último tiempo.
En cuanto al escenario externo, el país necesita que no empeore más allá de lo esperado: por ejemplo, que no haya un agravamiento de la guerra en Europa o problemas mayores en las cadenas de suministro en Asia.
En resumen, el próximo año será difícil, con una economía más lenta que lo esperado hace solamente unos meses y con un problema inflacionario que, aunque debería disminuir a lo largo del año, seguirá presente. Mientras esto ocurra, los precios seguirán subiendo y el costo del crédito continuará siendo más caro que en los últimos años.
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