La semana antepasada trajo malas noticias en cuanto a inflación tanto en Chile como en Estados Unidos. En el primer caso, el miércoles 8 de junio el
Instituto Nacional de Estadísticas dio a conocer que la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de mayo fue de 1,2%, llevando la inflación de los últimos doce meses a 11,5%, nivel que no se alcanzaba desde julio de 1994. En el caso de Estados Unidos, el viernes 10 de junio conocimos que la inflación de mayo había sido de 1%, llevando la cifra de los últimos doce meses a 8,6%. Este es el mayor nivel desde diciembre de 1981. Otras economías que han visto crecer la inflación son las de la eurozona, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, India, Suiza y Japón (estas dos últimas con niveles todavía bajos, pero superiores a años previos).
En Chile, hemos visto las consecuencias en las acciones del Banco Central
(BC), que ha elevado agresivamente la Tasa de Política Monetaria en el último año. En junio del año pasado esta se situaba en 0,5% y un año más tarde su nivel está en 9%. Los bancos centrales de economías más avanzadas en su mayoría han subido los tipos de interés, pero no con la determinación que se ha visto en nuestro país. Quizás el efecto más notorio hasta ahora esté en las mayores tasas de interés de los créditos hipotecarios, pero habrá consecuencias más importantes sobre la actividad que ya muy luego comenzarán a ser percibidas por las personas.
Para Chile, el último Informe de Política Monetaria (IPOM) del BC, publicado el mismo día en que se conoció la inflación de mayo, explica la razón para actuar de manera tan decisiva: una alta inflación, de prolongarse, tendría que ser combatida con medidas que acarrearían incluso mayores costos que las actuales, por lo que valdría la pena evitar que el fenómeno se vuelva persistente. El reporte también continúa pronosticando un precio del cobre muy por encima de los USD 4 por libra, lo que ayudará a contener el precio del dólar y a mejorar las cuentas públicas.
En cuanto a las causas de la inflación, si bien el IPOM menciona la importancia de factores externos, en su presentación ante el Senado la presidente del BC sostuvo que el principal factor de la inflación chilena es el incremento que tuvo la demanda el año pasado. De hecho, estimó que aproximadamente dos tercios de la variación en precios acumulada desde 2021 se explica por factores locales. En términos simples, el nivel de gasto del año pasado fue demasiado alto. Las inyecciones de liquidez que beneficiaron a los consumidores, tanto desde el gobierno como desde las cuentas de ahorro previsional, se reflejarían ahora también en las cifras de inflación.
Al mismo tiempo, no todo son malas noticias: el BC aumentó su proyección de
crecimiento para este año. En marzo pronosticaba que estaría en un rango de 1% a 2%, mientras que ahora estima que ese intervalo es de 1,5% a 2,25%. Eso sí, para 2023 las perspectivas ahora son peores que en marzo, esperándose una caída del producto entre 1% y 0%.
En Estados Unidos, por otro lado, la inflación está comenzando a generar un
problema político para las autoridades, lo que le da a la Reserva Federal mayor campo de acción para actuar de forma enérgica, algo que hasta hace muy poco se negó a hacer, sosteniendo por muchos meses que la inflación que ya se observaba era transitoria. Es más, las buenas cifras de creación de empleos publicadas hace poco más de dos semanas han hecho que los mercados vean como aún más probable incrementos acelerados en los tipos de interés. Estas expectativas se vieron respaldadas la semana pasada, cuando la autoridad monetaria incrementó su objetivo para la tasa de fondos federales en 0,75 puntos porcentuales (quedando en un rango de 1,5% a 1,75%), el mayor aumento desde 1994. Es más, inmediatamente después de concretada esta alza dieron a entender que en julio es probable otra de 0,5 o 0,75 puntos.
En cuanto a las causas, a nivel mundial hemos experimentado golpes en las
cadenas de suministros que han elevado los precios de insumos, incluyendo el
transporte marítimo y terrestre. La pandemia y la guerra en Ucrania son dos de
las mayores causas. Esta última, en 2022, ha contribuido a elevar los precios
de numerosas materias primas, entre ellas el petróleo, el trigo y algunos metales, como el litio y el cobalto.
Al mismo tiempo, los cuantiosos estímulos fiscales, secundados en muchos
países por los bancos centrales, han impulsado la demanda agregada a niveles que han provocado escaladas en el nivel general de precios. En mi opinión, es difícil imaginar la inflación actual sin estos estímulos. Este no ha sido solamente un problema causado por “cuellos de botella”. Reducir la inflación requerirá no solamente de la acción de los bancos centrales, sino también de los gobiernos.