La inflación disminuyó, pero no hay que bajar la guardia

El último dato de inflación entregado por el Instituto Nacional de Estadísticas fue recibido con optimismo, ya que mostraba una disminución en la cifra anual,
desde un 14,1% en agosto a un 13,7% en septiembre. Si bien la inflación sigue siendo sustancialmente alta, se cortó la racha de alzas consecutivas que había desde marzo de 2021. Para comprender donde estamos parados hoy en día, es bueno considerar que el promedio de inflación anual entre 2011 y 2019 fue de 3,1%, ligeramente por sobre el objetivo a dos años del Banco Central (3%).
La inflación mensual también sigue alta: en septiembre fue de 0,9%, inferior al mismo mes de 2021 (1,2%), pero superior a su promedio de 0,57% entre los años 2000 y 2021. En todo caso,
la información histórica muestra que la inflación tiende a disminuir en octubre, noviembre y diciembre.
El dato de septiembre no es bueno. Una inflación anual de 13,7% sigue siendo preocupantemente alta. Tanto en agosto como en septiembre, el
66% de los productos de la canasta del IPC tuvo una inflación anual mayor a 6%. Por otro lado, el porcentaje de productos con inflación negativa disminuyó de 12% a 11%. En resumen, la inflación anual ha disminuido, pero el camino hacia el objetivo a dos años del Banco Central no será ni fácil ni corto.
A pesar de la caída en la inflación anual, la inflación subyacente no cede y continúa subiendo. La medida favorita del Banco Central, la inflación sin volátiles, aumentó 0,3 puntos porcentuales en septiembre, situándose en 11,1% anual e indicando que la tendencia de la evolución de precios en la economía sigue siendo creciente. Si bien el último Informe de Política Monetaria estima que en 2024 se convergerá a la inflación meta,
las expectativas de los agentes del mercado continúan desancladas. La convergencia a la meta requiere no solamente de una política monetaria contractiva creíble, herramienta de la cual nuestro Banco Central ha hecho buen uso, sino que también de un entorno local y externo favorable.
En mi opinión, es un hecho que la inflación comenzará a descender en los próximos meses. La discusión es sobre el ritmo al que esto ocurrirá. En cuanto a factores internos, cuentas fiscales ordenadas y gastos responsables harán más fácil la tarea.
La responsabilidad fiscal del gobierno no será fácil de lograr en un entorno económico complejo como el pronosticado para 2023, tanto por el Banco Central como por el FMI. La importancia de la política fiscal ha quedado clara en el caso de Reino Unido, que discutimos en la
columna anterior. Por otro lado, la convergencia a la meta también requiere que disminuyan las presiones inflacionarias externas provenientes de cortes en las cadenas de suministros y la guerra en Europa. Este año hemos observado cómo factores externos han elevado la inflación de alimentos y energía, y no podemos descartar que lo mismo vuelva a ocurrir el próximo año.
En definitiva, hemos observado una baja en la inflación anual, pero esto no significa que debamos bajar la guardia. El camino hacia niveles de inflación saludables es largo, complejo, pero profundamente necesario para mejorar el bienestar de las personas. Como ejemplo,
no debemos olvidar que desde octubre de 2021 el índice de remuneraciones reales ha tenido variaciones anuales negativas, exclusivamente debido a los altos niveles de inflación, llevando al índice a su nivel más bajo desde octubre de 2019.
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