El 22 de septiembre, el Banco Central de Turquía ha decidido bajar su tasa de política monetaria desde 13% a 12%. Contrario a lo que dicta la teoría económica tradicional, el Banco parece desestimar los altos niveles de inflación que aquejan al país (80,21% a/a en agosto) y continúa con su política monetaria expansiva. Su posición se explica en gran medida por las presiones del gobierno (el año pasado fueron despedidos varios altos oficiales de la institución). Dicho de otro modo, el Banco está ponderando el crecimiento económico (al menos, el nominal) por sobre la inflación, a pesar de los costos que esta puede traer, en especial para las personas más pobres.

A comienzos de la pandemia era común observar que políticas fiscales y monetarias, a lo largo del mundo, se coordinaban para evitar la pérdida de poder adquisitivo de los hogares y el cierre de empresas debido a las restricciones sanitarias. Un claro ejemplo de esto fueron las diversas transferencias fiscales que realizaron distintos gobiernos y las menores tasas de interés que fijaron los bancos centrales.
A medida que la pandemia se superaba y la actividad económica volvía a niveles normales, los bancos centrales comenzaron a subir sus tasas de interés (algunos antes que otros). El objetivo de esto era controlar los altos niveles de inflación, la cual disminuye el poder adquisitivo de las personas.

Subir la tasa de política monetaria y controlar la inflación no es gratis. El encarecimiento del costo de financiamiento para empresas y hogares suele provocar un aumento del desempleo y una disminución de la oferta y demanda por bienes y servicios. La pregunta fundamental es qué tan alto será este costo, el cual puede ir desde un suave “retroceso” del mercado hasta una acentuada “recesión”. En la jerga económica, se discute sobre si el aterrizaje será “suave” o “forzado”.
En el caso de Turquía, el gobierno ha promovido una política monetaria poco ortodoxa, que combina un momento de creciente inflación con disminuciones en la tasa de política monetaria del Banco Central.
Según el gobierno de ese país se está implementando un “Nuevo Modelo Económico” que busca generar un superávit comercial (exportaciones menos importaciones), superávit de cuenta corriente y mayor crecimiento con bajo desempleo. El mecanismo que facilitaría el superávit comercial es la depreciación de la lira.

La inflación de Turquía y la depreciación de la lira están llegando a niveles difíciles de sostener. El primer elemento que se necesita para combatir la inflación son políticas monetarias y fiscales contractivas creíbles, elemento del cual carece Turquía. Consecuentemente, la revalorización de la moneda también parece lejana en el horizonte, debido a las bajas tasas de política monetaria del país y las políticas monetarias más restrictivas de los bancos centrales del resto del mundo.

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