Hace menos de un mes, el 26 de noviembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) comunicó que una nueva variante del coronavirus había sido descubierta: Ómicron. Aún sabemos poco de esta nueva variante, pero al parecer, si bien sería menos letal que las anteriores, se propagaría con mayor facilidad, incluso si las tasas de vacunación son altas. Es decir, aumentarían los contagios, pero el porcentaje de ellos que derivaría en enfermedad grave sería menor. La duda inmediata que asalta a cualquiera que piense en términos de expectativas es qué ocurrirá con el número de hospitalizados y fallecidos. Ómicron generaría una tasa de daño menor, pero aplicada sobre un universo más amplio. Esta pregunta todavía no tiene respuesta definitiva, y es esto lo que tiene intranquilos a los mercados.
Sobre lo que sí tenemos información es sobre la respuesta drástica que han tomado muchos gobiernos ante esta nueva amenaza. Japón permanece cerrado a los visitantes extranjeros. En Europa, Alemania, Portugal y Finlandia han anunciado restricciones para el funcionamiento de locales nocturnos, entre otras medidas. Reino Unido, Francia, Suecia y otros también han tomado medidas, destacando el caso de Holanda, donde desde el domingo rige una cuarentena casi total.
En Estados Unidos, el lunes se anunció que los casos de Ómicron constituían el 73% de los casos secuenciados, dejando muy atrás a la variante Delta. Los datos de una semana atrás mostraban que Ómicron solamente era responsable del 12,6% de los casos, mientras Delta explicaba el 87%. Científicos en Reino Unido pidieron la semana pasada medidas más estrictas, luego de que sus modelos arrojaran que antes de fin de mes los nuevos casos diarios podrían oscilar entre 600 mil y 2 millones. Esta semana los casos sobrepasaron los 100 mil en un día por primera vez.
Las reacciones del mercado cuando aumenta la probabilidad de una nueva ola grave de coronavirus son más o menos conocidas. Por ejemplo, las empresas del sector tecnológico, especialmente aquellas que permiten trabajar, comprar o ejercitarse a distancia, aumentan su valor. Al mismo tiempo, la industria del turismo y la actividad industrial se ven afectadas de manera negativa. En términos generales, la actividad se resiente y el gobierno se ve obligado a gastar más de lo presupuestado. A eso se suman los daños en salud y escolaridad.
La gran pregunta para Chile es qué sucederá una vez terminado el verano. Mucha gente saldrá del país durante las vacaciones y ya tenemos experiencia de lo que podría suceder en marzo. Algunas estimaciones establecen que las infecciones de Ómicron se duplican cada dos días y medio. A eso hay que sumar el grado de protección que ofrecerán las vacunas aplicadas en Chile (un estudio reciente de la Universidad de Hong Kong sembró la duda).
Tras una larga campaña presidencial que llegó a su término el domingo, mucho se ha escrito respecto de los desafíos que enfrentará el próximo gobierno. En nuestra opinión, una nueva ola de coronavirus constituye la principal amenaza en el horizonte de corto plazo para la nueva administración. Los acontecimientos imprevistos pueden apropiarse de la agenda. El déficit fiscal, así como las reformas tributarias y en otras áreas de la economía, estarán dentro del ámbito de acción de las nuevas autoridades. En cambio, una nueva ola de coronavirus, con sus consecuencias desastrosas sobre la economía y la salud de la población, escapará de su control. Sólo se podrá, una vez más, mitigar sus consecuencias dentro de lo posible. Los inversionistas deberían tomar posición con cautela, recordando que lo peor de la pandemia podría no haber quedado totalmente atrás.
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